No nos dimos ni cuenta cuando el cielo se tornó negro. Nos solía pasar. No darnos cuenta de lo que pasaba a nuestro alrededor.
-Prendo la luz?-Me pregunta con sus rulos sueltos.
-Me gusta olerte a oscuras-Se recoge, sonriéndose a si misma.
-Brindemos por este momento. Qué ganas de verdaderamente poder preservar este instante. Con los mismos olores, la misma luz que a veces ilumina tu sonrisa, tu pelo suelto, tu cuerpo tendido... Ella me observa absorta, y logro vislumbrar como poco a poco comienza a espesarse su saliva. Nada como estar con una mujer que te admira, pienso-Te has dado cuenta como luego de que pasa el tiempo, los recuerdos se vuelven cada vez más efímeros. Aire que se escapa de nuestras manos. Si yo pudiera memorizar tú forma de respirar, cada partícula de tu aroma...
Sin si quiera chocar nuestras copas, se abalanza sobre mí, susurrándome un salud.
Pasan las horas en compañia de autos nocturnos. Prende un cigarro, e intenta ocultar ingenuamente una sonrisa. Una mueca que presenta al ganador de la noche, al macho vencedor que marca su territorio.
Cuánto quise ser su América, su mujer Amazónica.
Crujían las semillas, regando tiernamente la tierra. Mi cuerpo, disuelto en ríos tropicales, danza de serpientes y chamanes. -Quiero devorarte con las piernas.- Y observo como estallan sus pupilas.
Pasa el tiempo, como los autos y la nubosidad se vuelve escasa. Todo vuelve a su curso natural. El conquistador que hidalgamente olvida sus escrupulos; devasta poco a poco, primero con la mirada, luego con ideas y fantasías. Todo se reduce, tras miles de años, a un estúpido disfraz y una postal que dice mostrar la cultura.
Curiosamente sonriendo, otro que no arriba a puerto.
[*Música: Sombras en la pared, Que te falta ]