lunes, 21 de julio de 2008

Irremediable encuentro con el fin


Buenas noches señorita Igby, pronuncio la anciana al cerrar la puerta. Sus pasos pausados retumbaron alejándose perdiéndose en el silencio. Una vez sola, La señorita Igby se dispuso a recorrer el cuarto tocando los objetos con sus manos. Un fuego dulce entibiaba el lugar. Estaba completamente maravillada por la textura gruesa de las cortinas color crema.Luego de dar una larga e minuciosa inspección al lugar, se recostó en la cama y se sumergió en la lectura.

La noche estaba fría, un viento helado recordaba a los habitantes de Schaffhausen que el verano ya se había ido y que tardaría mucho en regresar. Vuhs se encontraba solo por el momento. Su hermano Blint, se encontraba viajando en altamar cazando ballenas. Vuhs odiaba caminar sobre la nieve. Pequeños trozos se meterían entre los espacios de sus zapatos y le dificultarían el pisar seguro. de niño había sufrido de muchas quemaduras de hielo y odiaba perder el equilibrio terminando en el suelo.Con mas muerte que vida llego a su casa, en donde por alguna extraña razón las ventanas estaban abiertas." señora Klobelouch!" repitió varias veces Sin recibir respuesta alguna. un tanto molesto fue hacia las ventanas y las cerro una por una. Al hacerlo se distrajo un momento por las luces de los faroles que habían sido recién encendidas. Eran unos faroles nuevos, que hacía ver el vecindario como otro lugar, dándole un nueva perspectiva por su iluminación diferente.Solía dejar su chaqueta a la entrada de la casa, pero debido al masiva perdida de calor, y a pesar de los grandes esfuerzos de la chimenea en combustión, se dejo puesto su grueso y tieso abrigo y buscando una explicación comenzó a buscar a la ama de casas. " señora Klobelouch!" rezaba una y otra vez. La busco en la cocina, subió las escaleras, en el cuarto de aseo, en el pequeño y congelado jardín trasero, hasta se inmiscuyo a su cuarto cosa que jamás solía hacer pero no tuvo existo en encontrar si quiera un rastro de su aroma. una vez en el cuarto, olvidado de su enojo y un tanto frustrado, se dio cuenta que esa era la primera vez que estaba en ese cuarto desde que la señora Klobelouch había comenzado a ser su ama de casa. Previo a ese uso, ese cuarto contenía solo una gran cama y constituía el escenario de descarnadas historias amorosas que compartía con sus amantes, prostitutas las que solo le trajeron desdichas y una historia publicada en un diario amarillista. Luego del gran suceso clausuro de su vida esas actividades y decidió cambiar el destino de ese cuarto por una mujer que le cuidara de veras, desde su cuerpo hasta sus intereses e imagen pública. La pieza llena de imágenes religiosas, un armario y velador no lograron distraerlo del único elemento que no difería del pasado de ese cuarto; la gran cama. Se sentó e un costado y cayó en cuenta de que justamente hace 4 años que se había vuelto abstemio. Ya no había en su paladar el sabor de las mulatas cuya piel dura como el cuero curtido le salaban la saliva, ni el sabor floral de los rulos pelirojos de sus amantes. Deseo tanto a una mujer que sintió perder la cordura. Se repetía a sí mismo, soy un hombre noble, de nobles causas y noble corazón, la clave está en el auto control. Inhalaba y pensaba autocontrol exhalaba y se repetía a si mismo auto control. Sin embargo la prolongada ausencia de su hermano quien con sus conversaciones amenas y noviecita primaveral distraían su mente y entretenían sus ojos, y la nieve odiosa que no parecía derretirse nunca lo hastiaron de pronto y conscientemente decidió perder su autocontrol.Salió de la pieza erizado, todavía con la misión de buscar a la señora Klobelouch, pero las razones que lo motivaban eran bastante diferentes a las de su primera empresa.

La señorita Igby totalmente absorta en su lectura pasaba las páginas de su libro acariciándolas como tocando mantequilla se deslizaba por las palabras audaz y no se dio cuenta del fuerte sonido punzante que invadía su concentración. Al oírlo, se detuvo para descubrir cuál era su fuente. Qué extraño, pensó, es como si alguien estuviese martillando. trato se proseguir en su lectura, pero pensó en que como era posible que alguien estuviese martillando. Con ese frio, a estas horas. Aguzo la mirada y volvió a revisar todos los objetos del cuarto y trato de recordar los otros antes de ingresar a la pieza tratando de buscar alguna razón para ese sonido dentro de la lógica. Sintió un poco de miedo y un poco de curiosidad también, pero definitivamente no estaba dispuesta a descubrir la fuente del sonido por si misma poniendo en peligro su integridad y como un niño que olvida a su madre, volvió a concentrarse por completo en su lectura.

Caballero, lamento tanto haberme ausentado de esa forma, es que no sabe Ud. lo que sucedió. El barco se adelanto y la señorita... y antes de que pudiera terminar su frase, Vuhs había vuelto a decidir que esa noche volvería a penetrar el paraíso del infierno. El brillo de sus ojos oculto por la ausencia de luz asustaron a la señora Klobelouch cuando este avanzo hacia ella con paso ya no inseguros por pisar, por pasos que no le importaban si resbalaban. Cuando este se le acerco para morder con fiereza su cuello, por un momento pensó en tal vez un fraternal abrazo de agradecimiento sincero como el que nunca había recibido por 4 años de duros esfuerzos enceguecedores, y esbozo una sonrisa que se confundieron con las lagrimas que nublaron su visión. Su voz aguda no hacía más que empeorar su delicada y funesta situación. Se escabullía tanto como un pez fuera del mar que Vohs quiso atraparla con anzuelos e inmovilizarla como había visto a Blint hacer con sus pescados clavados en el dintel para sacarle los tan codiciados intestinos.Pensó en el interior de la señora Klobelouch y quiso besar sus órganos tiernamente por haberle dado la vida para haberle servido tan fielmente. Su deseo despiadado por su carne se volvió en un grácil y sutil deseo de agradecimiento por la pequeña viejecilla que el horneaba panecillos dulces y le daba trozos de pavo relleno dorado. No fue hasta ese momento en que su ira disminuyo para que se diera cuenta de su patética situación.El no quería matarla, pero el terror ya había comenzado y no había vuelta atrás. Ahora ni si quiera lo hacía por placer, era para proteger su imagen reconstruida por el esfuerzo suyo y el de esa señora de labios marchitos y piel corrugada.Agarro los clavos y comenzó a martillar.

La señorita Igby cerró su libro, y apago la luz del velador. Creyó sentir todavía a lo lejos el sonido de frecuencia regular de martillazos, pero el sueño había invadido a su mente y cerro plácidamente sus ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante el cuento, el giro de la narrativa a relatos de misterio muy bien lograda.Felicitaciones Srta. Frida