lunes, 1 de septiembre de 2008

Predicando en campo ajeno


Quisiera tomar tu mano y llevarte algún lugar lejos
escondidos de nuestras realidades, tal vez a la infancia.
¿Que palabras hubiésemos cruzado? ¿Que silencios hubiésemos reservado?
Tus ojos de niños quisiera encontrar, creo haberlos visto, dulces, juguetear.

El peso del aire nos distancia

Quisiera que te arrodillaras en el suelo
que ladees tu cabeza, y sobre tu oído verter una impresionante cantidad de agua.
Quisiera introducir en tu cuerpo el placer de navegar.
Que te mojes la cara, que te tiemble el cuerpo con cada oleada.
Que tú pelo este salobre envuelto en mi cama.


Como rompiendo un huevo: Mis palabras se fabrican en mi patio trasero, parecen llenas de amor. Tal vez ni eso tengo para ofrecerte. Solo una ilusión de lo que fue el presente.
Sólo unas migajas inseguras, que a falta de persistencia, son limpiadas hacia el suelo. Sólo la llama de calmar tu fuego.


Quisiera que te dieras cuenta

de que ni yo se lo que quiero

Quisiera que pudieses ver

que no hay nada entre nosotros, salvo nuestros deseos

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