El reloj marca horas inequívocas. 12:48, mi cuerpo se desarma bajo el ojo atento del cíclope que me mira.
Ya no te espero, retumba el eco de Silvio en mi pieza, con su guitarra compleja y claridad musical. El paisaje, las canciones, todos los alimentos que ingresamos adentro de nuestro cuerpo.
Me han extendido la mano a un viaje, a tierras que no conozco que desde siempre he querido conocer. Y me inflo el pecho de alegrías por venir, de cantar de la mano de los amados, desde el centro, derribando cualquier intento, separación de los otros.
Y creo profundamente en la reivindicación, que como salen en las fábulas y películas, el sistema es dinámico y funcional, cambiando, cambiando, cambiando.
Es difícil aceptarlo, el incesante camino tornadizo de lo que solemos llamar destino. Y amarla vida, honrar la muerte. Como un sentimiento que fluye de incesante caudal, pasando por riachuelos transparentes envueltos en las olas del gran mar.
Formo un triangulo con el trozo de una etiqueta de camisa. El valor indica 17.990 pesos. Doblada en cuatro partes formo un triangulo, por el cual intento mirar con mis dos ojos. Juego con el pasándolo por mis dedos, haciéndolo rodar. Más que los círculos o los cuadrados, su forma simétrica, la sensación de equilibrio que me brinda; qué es lo que nos queda? Al terminar el día, los años, la misma vida. Qué es lo que trasciende? la nueva camisa adquirida, la historia de la película, el tiempo que se va acumulando.
Trasciende el yo que camina, que ni abandonado ni solo se viste, acompañado por mí. Y muchos se unirán en mi camino, en mi viaje fractálico de procedencia desconocida, topandonos mútuamente, cada vez que comienza de nuevo la figura. Y es que dentro de un triangulo equilatero subyacen 4, y dentro de cada uno, otros 4 inifinitos más.
lunes, 27 de abril de 2009
Factal Journey
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