miércoles, 21 de mayo de 2014

De ensoñaciones y masacres



I
Quería olvidarse de todo, pero ya era demasiado tarde. Como si se hubiese tatuado ese momento en los párpados. Cuando el aire se volvía denso de neblina, una melancolía anunciada se posaba sobre él.
A menudo las maldecía. Nubes que parecían no tener dónde más ir; lo atormentaban fusionandose unas con otras, volviendose un todo indistinguible sobre el cielo. Vivía en un constante estado de desesperación. Por qué estoy tan solo? Salía de su casa para sentir la compañía de las personas. Caminaba con su abrigo azul, de lana gruesa, observando rostros, escuchando conversaciones ajenas. A veces, mujeres perfumadas pasaban a su lado e intentaba capturar sus aromas, acercandose lo más posible, lo más que pudiera, pasando desapercibido. Le gustaban los olores cítricos, le parecían elegantes. Una vez, por equivocación, se vio en la mitad de un escenario, con un gran foco sobre el. Era una noche de karaoke, todos esperaban que dijera su nombre y tema de elección. Estaba muy confundido, la luz cegadora no era de mucha ayuda. El sólo seguía a una tipa, hipnotizado. Solía pasarle, desviar su camino por horas, como en un trance. Era asiática, Filipina tal vez. De tez más bien morena, tenía el pelo largo y muy oscuro, como mis pensamientos,  se dijo. No sólo seguía mujeres, cualquiera que tuviese un rumbo era digno seguir. Aquella noche del bar, decidió dejar la realidad por un segundo y comenzó a vivir como si en un sueño. No era algo extraño en el. Se podría decir que toda su vida había sido un sin fin de ensoñaciones. Cada trance era una especie de sueño en movimiento. Muchas veces se visualizaba en trajes brillantes con un peinado anticuado pero exuberante. Encarnó entonces, a uno de los muchos hombres de sus sueños, y pidio una canción de Elvis, Animal Instinct. Cantó y bailó como nunca lo había hecho, pero parecía como si fuese un número preparado. Cada paso de baile y en especial los movimientos pélvicos, todos, ejecutados a la perfección. La luz sobre su rostro era fuerte y no lograba distinguir rostros. Solo veía figuras que se movían aplaudiendo o vitoreando. Al acabar la canción el lugar se estremeció en aplausos. El local tenía un presentador, quién pidió bajaran un poco la luz, mientras se acercaba curioso pero con paso seguro, a este inesperado Elvis reencarnado. Como muchos sueños, despertó de su trance abruptamente. Quién es este tipo que posa su mano sobre mi hombro? -cómo te llamas amigo?, Qué hago aquí? miró sobre el escenario y sólo veía un mar de rostros sonrientes, por qué sonrien?  no lograba entender lo que motivaba las conductas humanas, los gestos.

Intensas ganas de borrar esas sonrisas violentamente de sus rostros lo embargaban, mientras el sentía que todos estaban a la espera.
A la espera del acto supremo.

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