domingo, 30 de noviembre de 2008
Autosabotaje
Una especie de obscuridad aberrante abunda en mi cabeza.
un calor abrazante, que no desaparece, incluso luego de apagar todas las luces.
áspera como la arena que frota entre mis manos
Quisiera dejar de residir en el cuerpo
Abandonar la razón, y el dolor de sentir
El temor que me inunda sin ser rodeada de agua.
De que me sirve ahogarme si no puedo saborear la sal,
si no te encuentro en mis manos.
Palabras más palabras,
palabras que ilusionan, que decoran y que asustan a los incrédulos
que alimentan a los soñadores y que rodea de soga sus cuellos.
Es como estar frente a un abismo, es como sentirse drogado
A punto de saltar hacia el olvido
dónde reside la necesidad de desaparecer? no ser visto nunca más.
Escapando evitando trasmutando. Que se yo de que quiero escapar. Tu primera palabra parece ser lo que me quiero perder. el milagro de la concreción.
Como una planta de pantano, carente de los rayos del sol.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
De la serie collages de palabras, Anti-oda a la palabra; manoseamiento léxico
caen desde el cielo de nuestra boca tapando el piso de nuestras vidas.
Al comienzo con cierta originalidad
mi primer papá,
mi primera nube
y mi primer caricia,
los veo como pececillos arcaicos y gigantes nadando en el piso
con el pasar de los años se fue todo tapizando de fonemas conjugados
unos con otros, repitiéndose una y una y otra vez
85.000 platos quebrados,
106.502 te amo s
Cuantas veces no he dicho mar, plata y agujero?
Esta todo nuestro vocabulario en una máquina de lavandería,
reciclándose, limpiándose de antiguos sentimientos
Una centrifugadora gigante que olvida caras y nombres
uniones y quiebres.
No hay ninguna palabra reservada para nadie.
martes, 25 de noviembre de 2008
Mi último pensamiento
Nunca te dije mi nombre, al menos no como realmente me llamaba. De que podría servir ahora, que me encuentro en este estado, en estas condiciones, como un hombre abandonado, con algo más que mis piernas rotas, esperando la muerte.
El ingles me gritaban, pero en tu boca, que dulce sabía aquella palabra, la forma en que solía existir, resplandeciente bajo tus ojos llenos de brillo para mi.
El sol caía lento, cuando acariciaba suavemente tus cabellos. Ah, que tiempos aquellos, cuando de niño jugaba a la guerra, y era mi madre quien me perseguía, no la soledad obsoleta ni la noche apremiante. Yo me acuerdo de tus pasos tímidos, primera mujer de quien probé un trozo del cielo. Cuando te escapabas por entre las sabanas, y de repente me regalabas una mirada. Me acuerdo de mis manos deslizando por tu aroma, a claro de luna y vendabal de verano. Me acuerdo de mis tardes, eternas extendidas sobre el tiempo, sentado sobre una nube, disfrutando del vaivén del mar. De las horas que pasábamos...
Y tú te hacías la inocente, desvergonzada. Pero me hacías reír, siempre con tus miradas indecisas, lascivas. Te tengo congelada en mi mente, inmortal, inmóvil también, como una foto. Con tus cejas finas, tus manos de seda, y tus ojos, que me invitaban a no se donde, a donde quiera que me hayan llevado, y donde llegue a acabar.
Por que no me dejaste quedarme, yo que te hubiese amado tanto. Como los pequeños granos que caen de los relojes de arena, pacientes, sin aburrirme, a pesar de estar enjaulado entre cuatro paredes de cristal. A pesar y por sobre la monotonía. Te hubiese amado hasta en el odio mismo, que es esta vida que se lleva hoy en día. Pero me dejaste ir, con lágrimas en los ojos, pero lágrimas todos lloramos, lagrimas que se secan y se evaporan. Yo también te olvide, claro, seguí andando, conociendo nuevos sabores, texturas y tersuras.
Que es un soplo la vida, quien decía eso estaba en lo cierto. Ahora que me muero, que desvanezco que daría yo por volver a probarte, en solo una mirada, en una prolongada lamida. El amor, el amor, que me importaba a mi el amor antes. Nunca me ha importado, siempre supe reemplazarte bien, cuando entraba la noche y me escocían las manos, cuando el sol se alejaba como aquellas tardes en Desembocadura. Te dije que volvería, claro, y tu me creíste o al menos, eso me hiciste creer. Me pregunto si me seguirás esperando, o con otro, si es que estarás con otro. Patético, que más podrías pensar de mi, postrado en esta posición, esperando, esperándote. Tirado como un perro y solo logrando concebir pensamientos de ti. María, María, aun que nunca te enteres, aunque nunca lo sepas, fuiste mi único pensamiento antes de partir, antes de volver para siempre.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Ojos bien abiertos
Me oyes? parece que no. te debes haber quedado dormido. De tanto esperar. La gente suele hacer eso, quedarse dormido cuando espera. De hecho, es lo que hacemos todos los días, en las noches. Esperar que algo cambie, que algo nos de la señal, y es por eso que dormimos. Si no tuviéramos nada que esperar...
Quiero ser tu sombra, oí decir a alguien alguna vez. Ser el silencio que te rodea, el eco de tus pasos, como si se estuvieran sacando el corazón para dártelo. Te imaginas? que vergüenza, no se por que en realidad, no debería darme supongo. De solo recordar esas palabras me sonrojo, como si alguien me las hubiese dicho a mí.
Alguien me toca el arpa en la mente, lentito, para que me quede dormida. Si duermo quisiera soñar con las rocas, quisiera recibir los azotes de las olas, sin dolor, sin vergüenza, sin que mi cuerpo se destroce, más bien que se forme, se embellezca, perdiendo las asperezas, abandonando el roce.
Estamos en un barco al parecer, o en una cuna grande, alguien nos mece suavemente. Tal vez dentro de una flor, a la que le acaban de hacer el amor. Cerró sus pétalos, y se mueve dichosa, en pequeños círculos concéntricos.
Hay como un río cerca también, se escucha el trinar de un río. Me pregunto dónde estaremos. Quizás en alguno de tus sueños. Despierta! Pero que hago, si estas cansado, te debería dejar dormir. Estoy tan triste, como ese pájaro azul que se ve allá, ese, el de ahí, el que esta batiendo sus alas. Se nota cuando un pájaro bate sus alas por batirlas no más. Lo hacen como sin ganas, como con desprecio, me dice, me carga todo, me cargan mis alas, las nubes me tiene mala. La lluvia me desprecia. Eso crees que diría un pájaro deprimido? No creo. Uno se cagó en la cubrecama de mi abuelita el otro día, te conté o no? Fue muy extraño. Estábamos sentada sobre la cama con la ventana abierta, y de pronto, pasó algo obscuro, rápido, y vi como caía algo adentro de la pieza. Me paré buscando, no se, alguna piedra, algo que hayan tirado. Y ahí estaban, 4 manchas inodoras, por que las olí, medias brillantes, posadas sobre el cubrecama. Eso si es de sueños.
Que calmo es este lugar. Ojalá mis sueños fueran así también. De nubes que pasan lejanas, tendidos sobre una lengua de flor dichosa.
Mira! Hay una fiesta allá, tal vez podamos beber algo. No te quieres parar? Esta bien. Yo te traigo algo, pero no se te ocurra dejar de soñarme. Me sentiría triste dejarte solo aquí. Más triste de lo que estoy, si. Este lugar es tan pacífico, no sabía que soñabas con lugares tan hermosos Andrés. Me deberías traer más seguido. Voy y vuelvo.
Se alejó volando y se mezclo con el paisaje, como si de pronto fuera una pintura y alguien hubiese metido el dedo.
Te prefiero difuminada con el paisaje. Así, tu belleza es ilimitada.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Nunca he logrado olvidarme de ti.
Cuanto quería verla, tenerla, tocarla. Pasar mis dedos despacio sobre su piel, como una caricia, pero más que eso, otro modo de descubrir sus diferentes formas de ser. Quería detenerme en su olor, que se expandiera dentro de mi cabeza, para nunca olvidarlo, para que revistiera mis sueños.
Estaba lloviendo. Extrañaba los días así, abochornados, confusos, lleno de nubes y de la luz de dios. Esa luz que aclara los pensamientos e inunda de melancolía. Yo tendría que estar durmiendo, debería haber estado durmiendo. Pero que iba a hacer, estaba como loco, ciego. El ardor en mi pecho era inagotable. Su dulzura, el recuerdo de sus tallos me atormentaban, de día, de noche, cuando caía el fresco y en los albores de la humanidad, cuando ni siquiera sabía de la existencia de la música, su maravillosa música.
Derribé puertas, penetré como lo hace un campeón de guerra, sin mirar atrás, esperando que otros se ocuparan de las consecuencias.
Estabas allí cuando llegue? ya ni lo recuerdo. Solo recuerdo mi tristeza enorme, como los basurales pestilentes que se extienden circundando la ciudad. Estabas, por supuesto, con tu misma cara, tu mismo pelo, fragante de misterio, tu boca de caramelo.
Atesoro cada momento que viví contigo, es cierto, los atesoro y los pongo en un altar. Si rezara te rezaría a ti. A tu hermosura eterna, a tus dedos de arena.
Nunca más te encontré, a pesar de que te sigo viendo, cuando me tiendo a observar la suave existencia de las hojas de verano, tiernamente mecidas por el viento, cuando siento la brisa del mar, cuando me despierto temprano, cuando me inunda el silencio.
Eres como el humo, visible pero infinitamente inalcanzable.