domingo, 14 de diciembre de 2008

La sesión de baile


Elena amaba la droga. No la consumía ávidamente por que uno no come torta todo el día solo por que le gusta, pero cuando lo hacía reventaba de felicidad. Cuando se drogaba organizaba el mundo en fractales, desordenaba el alfabeto y le daban unas locas ganas de comer cosas que tuvieran forma de animal. Por ese motivo, siempre compraba un par de bolsitas de galletas Museo, y se entretenía introduciendo en su boca, por ejemplo, un hipopótamo regordete que le sonreía con una flor en el corazón. Ponía música bailable, pero no de esa que se baila con el cuerpo, si no que esa que lleva a lugares lejanos, por la autopista más veloz del planeta tierra. Algunas veces, cuando se sentía un poco sola, guardaba parte del museo, y lo situaba a su alrededor o en repisas, y proseguía bailando, soltando cada parte de su cuerpo. Era como la continuidad de la vida, repetir el ciclo infinitas veces. A veces es mejor viajar acompañada explicaba, cuando su madre la pillaba rodeada de galletas.

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